Australia observa con familiaridad los desafíos migratorios en Europa

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En Londres, un australiano experimenta un sentimiento de déjà vu al observar la situación política en Europa.

En todas partes, los problemas que dominaron la política australiana hace una o dos décadas están teniendo consecuencias en un momento en que los sistemas políticos están bajo una intensa presión debido a las redes sociales, la polarización y el populismo tanto de izquierda como de derecha.

Este hecho es especialmente evidente en la cuestión migratoria.

El creciente número de migrantes que llegan por mar se ha convertido en un problema complejo para Europa.

Quienes siguen de cerca la política británica han visto cómo el partido que volvió al poder prometiendo modernismo progresista, liderado por David Cameron, ha adoptado posturas más populistas y conservadoras a medida que han cambiado los primeros ministros, siendo el caso más reciente uno de cambios rápidos.

La crisis migratoria de 2015, cuando millones de personas huyeron de Siria hacia Europa, estableció una nueva línea divisoria en la política británica, de forma similar a como el incidente del Tampa redefinió el debate sobre los solicitantes de asilo en Australia durante una generación.


Aunque el líder más destacado del Reino Unido en favor del euroescepticismo, Nigel Farage, ha fracasado en cada una de sus candidaturas al parlamento, esto no ha impedido que haya podido cambiar la opinión pública del país.

Su influencia desde la periferia ha modificado la percepción de los votantes con respecto a la migración y cuál debería ser la solución.

Así, en 2016, Gran Bretaña votó a favor de abandonar la Unión Europea, lo que generó temores de que otros países del continente hicieran lo mismo.

En última instancia, el Brexit ha sacudido al Reino Unido y rápidamente ha disipado esos temores, sin embargo, la migración sigue siendo un problema complejo tanto para el Reino Unido como para Europa.

A medida que se ha incrementado el número de barcos con solicitantes de asilo que cruzan el Canal de la Mancha, algunos se han preguntado por qué Gran Bretaña no puede hacer lo mismo que Australia y rechazar a los barcos.